sábado, 7 de junio de 2014

Los Coen se suben al escenario...

Los hermanos Coen vuelven al ruedo y esta vez mostrando un costado diferente en sus historias: La música. Narran la desdichada historia de un cantante de folk que vaga por las calles de Nueva York, tratando de encontrarle un sentido a su vida

Si hablamos de cine de autor, hablamos de la dupla de directores más reconocida por pertenecer a esa línea de cineastas modernos. Los hermanos Coen, se han ubicado en el palco artístico de Hollywood merecidamente, con una vasta filmografía que no solo justifica su prestigio, sino que brilla en el firmamento cinéfilo, basado en la construcción de un estilo particular.  Para aquellos que no saben o tienen poca referencia con respecto a los directores Joel David Coen y Ethan Jesse Coen, hay que aclarar que hablamos de dos genios del cine independiente moderno. El trabajo de los hermanos Coen, desde sus inicios han acarreado con aplausos y éxitos la mayoría de sus películas, logrando cuatro veces el Oscar. La autoría como firma, ha traído a pantalla la marca del cine negro combinado con los western y la comedia, en donde se han glorificado con películas como “El Gran Lewobski” (la mejor sin dudas), “Sin lugar para los débiles”, “El hombre que nunca estuvo allí” y “Fargo”, entre otras obras maestras. El guion, dirección y producción son las áreas que se reparten normalmente, pero más allá de la estructura formal de trabajo, ambos han revolucionado el cine y se han consagrados como excepcionales artistas de la ficción.
Los Coen han recorrido historias y géneros de diferente tono a lo largo de su trayectoria cinematográfica, y en esta oportunidad buscan alejarse del clásico western y la comedia negra propia de su estilo, para ubicar a “Inside Llewin Davis” como la representación profunda de los mecanismos e historias del contradictorio mundo de la música, especialmente el de la música folk. El nuevo film de los hermanos está basado parcialmente en las memorias “The Mayor of McDougal Street” del músico Dave Van Rock. La correcta actuación de Oscar Isaac y el acompañamiento actoral de Carrey Mulligan y Justin Timberlake, redondean un argumento dramático de profunda reflexión y pensamiento.
El relato se centra en la desastrosa y enredada vida Llewyn Davies, un cantante popular de música folk que vaga por los bares de Nueva York en 1961. Luego del suicidio de su compañero de dúo se convierte en un solista sufrido que busca encontrarse a sí mismo con lo único que encuentra como salvación en su vida: La música. El trágico hecho de la muerte de su compañero, lo hunde en una profunda frustración que lo desorienta totalmente y lo obliga a vagabundear por las calles frías de Nueva York con su guitarra en la espalda, rogando sillones de las casas de sus amigos para pasar la noche. Sin dinero, ni proyectos, lo único que tiene es la esperanza de éxito de su último disco “Inside Llewin Davies” que exhibe como solista y nadie ha reconocido aun. A la espera de ese utópico sueño de éxito musical, se conforma con algunas monedas y cálidos aplausos que consigue cantando en el precario bar de su amigo Pappi Corsiatto. No solo su fracaso musical lo perturba, sino que el enfrentamiento a un embarazo no deseado con la novia de su amigo y el rechazo de su hermana como única familia, se suma a una vida llena de problemas, donde la paradójica compañera y culpable de sufrimientos, parece ser la música.
La música como máximo exponente argumentativo, es la forma armónica precisa que enaltece a la película de los Coen. El recurso musical no solo está puesto como una herramienta que acompaña la narración, sino que es el centro de la misma narración. Este es el objetivo más logrado del film. La vida dramática y sin consuelo del protagonista se encuentra con la más precisa radiografía de lo que significa la música como un mundo de exitosos y excluidos. Es sabido que la gloria de unos pocos es la marginalidad de otros. La instalación subliminal de un debate eterno que pone a la música en el medio del abismo y la lucha entre lo comercial y lo artístico, representa una proyección crítica hacia la sociedad moderna que decidido deslegitimar la producción artística en pos de intereses mercantiles de algunos pocos. El folk como elemento artístico rechazado y subordinado a algunas minorías subalternas por las industrias de la música comercial, es el ejemplo más claro de esta dicotomía que la vida de Llewys representa.
Actoralmente, los papeles son correctos y buenos, valorando principalmente a Oscar Isaac en un desafío riesgoso de aparecer en todas las escenas con un despliegue aceptable. Agregar la mínima aparición de Timberlake como un claro guiño a esa relación reflexiva planteada por la película, donde se ve el contrapunto de aquellos exitosos en la música que miran desde arriba a aquellos que sueñan con llegar algún día a concretar sus ansiados sueños de cantante.

El guion es otro punto positivo que siempre ha figurado como marca registrada de la autoría de los hermanos, aunque en algunos puntos de este film resulta denso y un poco aburrido que al espectador poco entusiasmado puede provocarle algún bostezo. Más allá de eso, cada minuto y cada escena son de una profunda reflexión y placer, donde lo primero que se nos tiene que venir a la cabeza es que a pesar de que nos convenza poco el argumento es necesario ser paciente y esperar, por el solo hecho de que los Coen son garantía de buen cine.





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