Memento: Un rompecabezas
de la mente
El
thriller psicológico de Christopher Nolan nos invita a reconstruir las piezas
de una historia atrapante que reflexiona sobre los sentimientos y la memoria.
Hasta hace poco tuve el agrado de comentar esta increíble
película con una amiga y desde allí me concentre en dedicarle un humilde
espacio a la obra sensacional de Nolan. El segundo arribo del prestigioso
director de la trilogía de el Caballero de la Noche me impulso ha no solo
invitar a desmembrar cada pensamiento de “Memento”, sino también a extenderme
para conocer el estilo de este gran cineasta y más adelante analizar el éxito artístico
de su carrera filmográfica con títulos como “El Origen” o “El Gran Truco”.
Mientras tanto los dejo con “Memento” y el primer acercamiento al mundo del
brillante Christopher.
“Memento”, el segundo trabajo cinematográfico que lo
pone en el firmamento hollywoodense como
un director prestigioso, es sin duda su primer arribo hacia la profundidad
psicológica y los enigmas de la mente. Este estilo marcaría su más alto nivel
artístico, con su antecedente “Following” y sus siguientes películas,
“Insomnia” y “El Origen”. La historia dirigida y escrita por Christopher está
basada en el libro de su hermano Johnatan, llamado “Memento Mori” (en latín significa, “Recuerda que vas a morir”). El elenco es de poco renombre, pero
con acertadas y cumplidas actuaciones como la del protagonista, Guy Pearce, y
su compañera de reparto, Carrie-Anne Moss.
Esto habla de una producción de bajo costo que roza la tradición del cine
independiente, pero con un potencial argumentativo que le valió
justificadamente nominaciones a los Oscar y los Globos de Oro (por guion y
edición), además de otros galardones en diferentes festivales.
Nolan nos invita a explorar los laberintos y
profundidades del complejo mundo de la mente, más precisamente de la memoria.
Leonard (Guy Pearce), el protagonista de la historia, sufre un daño cerebral
denominado amnesia anterógrada que ataca su memoria de corto plazo y que le
impide tener recuerdos nuevos. Esta
condición mental lo obliga a seguir una rutina sistemática y naturalizar un
mecanismo de recuerdo para cada día, que consiste en tener fotografías y
descripciones detrás de ellas, hasta tatuajes en su cuerpo con información de
todo lo que es” importante” y le sirve para no olvidar . Esta disciplina es
clave ya que luego de que un lapso 30 minutos él pierde esos
recuerdos recientes. Esta enfermedad se origina por un golpe que sufrió en la
cabeza la noche que violaron y mataron a su mujer. Ese es su último recuerdo del
pasado y a partir de ese hecho, su razón de vida será cobrar venganza por aquel
asesinato.
La película es un rompecabezas. Porque la fantástica
narración de la historia consiste en una línea temporal que se divide en dos
partes. La separación está cuidadosamente realizada a través de un excelente
trabajo de edición, que muestra la vida pasada del personaje en blanco y negro
y en tiempo continuo, mientras que el relato visual de colores propone una
dinámica temporal diferente, pero que hay que ir conectando con el correr de
los minutos. Esta forma narrativa es un total desafío para el director que no
solo lo realiza bien sino que lo potencia
con un contenido atrapante y convulsivo, que nos mantiene sin parpadear hasta
el final. Cada escena no tiene desperdicio alguno y todo lo que sucede es
importante, por ello la atención del
espectador debe ser máxima, para comprender y unir las piezas del thriller.
El golpe más fuerte y valorativo es la importante
reflexión sobre el valor de la memoria y los sentimientos. Aquí me detengo a
reflexionar profundamente en cómo trabaja Nolan (con un impecable guion) los mecanismos
más frágiles de la estructura psicológica y nos permite entender como el ser
humano a veces no tiene en cuenta como todo lo que sentimos es equivalente a lo
que recordamos. ¿Por qué nos reímos tanto de esa anécdota tan graciosa que nos
contamos cada Navidad cuando se reúne la familia y que paso hace 6 años? ¿Cuál
es la razón de llorar al recordar a aquel amor perdido en el verano pasado?
¿Por qué nos sonreímos tanto cuando repasamos el álbum de fotografía y nos
ponemos a pensar como paso tan rápido el tiempo? ¿A qué se debe la alegría de
sentir los brazos de un hijo cuando jugamos con él? Todo esto cotidiano que
atraviesa nuestra vida es controlado por la capacidad de recordar esos momentos
y recordar que sentíamos en ese momento. Si de repente nos arrancaran aquellos
instantes, no entenderíamos porque esa anécdota es tan graciosa o porque esa
foto nos causa tanta tristeza.
El personaje no sólo sufre
la imposibilidad de retener nuevos recuerdos, sino que es incapaz de entender cada sentimiento que lo atraviesa. Él no sabe por
qué está enojado o feliz, cada segundo de su vida va consumiéndolo en
sentimientos fugaces que luego olvida, atrapado en un laberinto de imágenes y
tatuajes que solo le recuerdan que debe hacer algo con esas señales. Lo único
que lo mantiene vivo es ese amor difuso por su esposa y el dolor de su muerte,
que justifica su deseo de venganza insaciable que sería la pieza necesaria para
terminar de armar el rompecabezas de su injusta vida. Esa venganza y la sed de
sangre es lo único que lo mantiene en pie. Es solo un sentimiento lejano el que
lo hace sobrevivir entre tantos otros inexplicables que se le escapan como los
granos de arena de un reloj, hasta que cae el último de los segundos agotándose
el tiempo y de repente ¡pum!, volver a empezar, preguntándose “¿Por qué estoy
corriendo? ¿Estoy persiguiendo a ese sujeto? Ah no, él me está persiguiendo a mi”
(Escena impactante de la película).
Es esto lo que me gusto rescatar de una obra magnifica de
Christopher Nolan, que no solo nos deja interpretar los más misterioso de la
mente, sino que lo narra de una forma increíblemente bien lograda. El libro de
su hermano como la película son de indiscutible recomendación, además de por
supuesto legitimar a este gran director del que seguro estaré escribiendo más
adelante, ya que toda su filmografía es de una imperdible satisfacción artística.