Antes de comenzar dejarles con la lectura de la crítica de
la última película de Linklater, quisiera expresar algunas cuestiones
personales que admito que son bastante egoístas o que tan solo pueden
importarme a mí, como mejor conocedor de lo que me atraviesa.
“Qué lindo que es volver” decía Gustavo Ceratti cuando
regreso en la que sería su última gira como cantante de Soda Stereo en el álbum
llamado “Me veras volver”. Arranco así para contar esto como una especie de
regreso y plantear lo importante de un regreso. Alguna vez, Maradona regreso al
verde césped, alguna vez Perón volvió a su país para gobernar (no se si bien o
mal, pero lo importante es la vuelta), alguna vez la democracia volvió a
nuestro a país. Tantas vueltas, tantas idas y siempre cuando nos vamos, esta
esa pequeña sensación de regresar. Así me siento, y no a la talla de aquellos
grandes que volvieron ante su público alguna vez, regreso en un encuentro
conmigo mismo, con el encuentro con la escritura que alguna vez se quedó parada
por razones que todavía estoy tratando de comprender, pero que no son para nada
destructivas en cuanto a la creación. No me importan cuantos lectores se les
mueve un pelo por que vuelva a escribir, pero si me importa saber que yo volví
a expresarme en este medio que es tan placentero para mí. Las fuentes, las
bases, las raíces son nuestras indiscutidas puertas al reencuentro con lo que
alguna vez perdimos o dejamos. Así me paso. Inspiraciones que habían quedado al
fondo, como ese juguete viejo que esta en el cajón debajo de la cama, y cuando
nos pintó la melancolía quisimos buscar y tuvimos que sacar de entre medio de
un montón de cosas más que aunque también nos gustaban, nada más emocionante
que ese juguete, y que es esa raíz de algún momento de nuestra vida que
necesitamos volver a vivir. Ese juguete que nos movilizo, como cualquier cosa a
la que encontramos nuevamente y que siempre aunque sea viejo, nos trae sensaciones
nuevas y lindas, son la razón para regresar, son la razón para volver a un
lugar que fuimos y plantearnos que queremos ser. Ahora más tranquilo con lo que
era y las fuentes inspiradoras que alguna vez me invadieron puedo visibilizar
más claramente nuevos desafíos y nuevos caminos por recorrer, en donde la
escritura forma parte de ello, que no aseguro que sea en este espacio con mucha
recurrencia pero que seguirá su forma de expresión en otros espacios que estoy
explorando, pero que en síntesis me hacen sentir mejor y funcionan como el
escape que mucho necesitamos siempre.
Asi de simple y complejo es. No pretendo hacer entender
estos pensamientos o que se sientan identificados, aunque si es asi me pondría
muy contento pero como arranque diciendo, aquí lo importante es lo que decía un
famoso cantante en una famosa novela de horario central de algunos años:
“…Que ganas de volver…”
“CHE CONTAME, ¿QUE ES DE TU VIDA?...”
Así de simple es “Boyhood,
momentos de una vida”. La proyección de esa interrogación común entre dos
desconocidos que se encuentran en un bondi después de 15 años, Richard
Linklater la sabe responder con una película de contenido simple, pero
maravillosa y abrumadora. El director de la saga Antes que no solo logro enamorar a cientos de espectadores con la
historia de Jesse y Celine, sino que también arraso en taquilla y billetes,
vuelve a ofrecernos en pantalla una experiencia bellísima que no deja de marcar
su estilo en temáticas ya exploradas en sus filmes, como es el paso del tiempo.
Linklater sabe bien de aquello del inevitable paso del tiempo
y prácticamente sus historias se ven enredadas en ese fenómeno, que alguna vez
influyo en su vida, antes de sus comienzos en la cinematografía, cuando era un
trabajador petrolífero en el Golfo de México. Allí cuando se dio cuenta que sus
capacidades creativas debían volcarse en el mundo artístico del cine, luego de
inspirarse con la mítica “Toro Salvaje” de Martin Scorsese, cayó en la idea que
había perdido tiempo y era hora de animarse a algo más que lo movilizaba por
dentro. Con ese tiempo en el Golfo recaudando algunos dólares, consiguió una
cámara, algunos equipos de edición y comenzó a retratar historias ajustadas al
cuadro de un proyector, allanando el camino para construir no solo un estilo
personal, sino una generación de cineastas independendientes que siguieron sus
pasos, cuando fundo en 1985 una pequeña asociación de directores en su Austin
natal.
Historias de vida, historias tan reales como la realidad,
tan especiales, maravillosas, dramáticas y dolorosas como el día a día. De eso
se trata y de eso nos nutrimos cuando entramos al mundo de Linklater. Boyhood,
es una más de ese repertorio de temáticas ya profundizadas, pero que esta vez
desde mi punto de vista, merece todo un aplauso desde la forma, desde el
trabajo invisible y natural que a veces el espectador distraído o poco
conocedor tiene como dato. En esto me refiero al desafío de filmar “Boyhood” a
lo largo de doce años, con una semana de rodaje cada año. La intención
naturalista de registrar cada rasgo evolutivo, cada arruga, cada centímetro,
cada cambio de voz y personalidad que van transformando a Mason, su
protagonista, como todos los que lo rodean en la historia de su vida, es el
ingrediente más logrado al momento de puntualizar este fenómeno del tiempo que
Linklater tanto gusta de contar.
En una especie de lenguaje periodístico, puedo decir que en
“Boyhood”, importa menos el QUE y significa mucho más su COMO. Precisamente
porque ese QUE, referido a la historia que nos presenta la película, no va más
allá de una narración simple, de estilo biográfico, sobre los días de Mason
desde su temprana infancia de los seis, hasta su ingreso a la facultad a los
18. El contenido nos resulta emotivo desde la identificación con aquellas
pequeñas historias que atraviesan a Mason, y que desde la butaca nos traslada
probablemente a momentos de nuestra vida, o similares procesos de nuestra
juventud, cuando vemos a Mason sufrir la separación de sus padres, los
caprichosos deseos de su madre y nuevas parejas, las mudanzas interminables,
las amistades ganadas y perdidas, el primer amor, la primera vez, su madurez
intelectual, sus hobbies, su música y los miles de universos que exploramos en
nuestro periodo juvenil que en gran parte podemos compartir con el personaje
que nos presenta Linklater, o que tal vez no pero que en algo coincidimos (como
me sucedió desde mi perspectiva).
El punto es que Mason podría ser cualquiera, su historia y
su vida no son para nada originales y hasta pensamos que algunos condimentos
más podrían hacer al contenido más fuerte. Pero como ya dije anteriormente, la
forma narrativa de contar vidas por parte de Linklater, es fabulosa. Su cámara
va marcándonos el crecimiento de Mason y su universo, como el crayón rayaba en
la pared de la habitación aquellos registros de evolución infantil hace mucho
tiempo. Y es aquí donde el director nos dibuja la dimensión del crecimiento con
todo aquello que conlleva, ayuda al espectador a percibir el cambio histórico a
partir de algunos hechos políticos (el 11-s, la guerra con Irak, la campaña de
Obama), nuevas modas musicales y sin duda el rasgo natural de las personas,
pero es más importante valorar esa sencillez de sentir la voz grave de Mason,
sus nuevos cortes de pelo, la barba juvenil, la música que va escuchando, su
relación esporádica con un padre casi ausente, su metamorfosis hacia el camino
artístico, y todo aquello que en si no es otra cosa que visualizar al tiempo
“en carne viva”, como nunca se hizo antes o que por lo menos yo viera de forma
tan magistral como en Boyhood.
Aunque Mason es el centro, es fabuloso identificar como van
cambiando los de su alrededor, tanto su madre (la espléndida Patrice Arquette),
su padre Ethan Hawke y su hermana (Lorelei Linklater), que en mi opinión es la
más destacable en su transformación en cuanto a los personajes secundarios,
principalmente en la observación de como esa niña que despertaba cantando las
Spice Girls, culmina siendo una jovencita agrandada e histérica, teñida de rojo
que prefiere las fiestas con sus amigos a un campamento con su padre y hermano.
Es sin duda, una de las películas del año que se ha
estrenado en el circuito de las salas comerciales, la recomiendo absolutamente
y para volver a disfrutarla mil veces más. Boyhood representa momentos de una
vida ficcional, que sin duda son también momentos de esta vida real y que nadie
mejor que Linklater para contarla.