jueves, 18 de diciembre de 2014

Estar o no Estar, esa es la cuestión...


 
Se me ocurrió realizar una introducción con una anécdota breve antes de mi opinión sobre la última película de David Fincher. Sé que esto de las introducciones puede resultar un poco denso, pero tiene relación con el análisis del film subsiguiente y particular coincidencia, que desde mi punto de vista me pareció buena idea compartir, para que se entienda mejor mi pensamiento con respecto al argumento de la película.

Como algunos saben, soy estudiante de Comunicación Social y en estos periodos epílogos del año, comienzan a correr las dramáticas mesas de exámenes. En este particular Noviembre me tocaba rendir un coloquio de la Catedra “Política y Comunicación”. Un montón de acontecimientos graciosos sucedieron durante mi espera a la última instancia evaluativa del año, que me permitía liberarme por este año de la facultad y disfrutar de mis merecidas vacaciones, pero eso no viene al caso. Si mal no recuerdo, ese día de Noviembre era muy caluroso y estaba desde las 8 de la mañana esperando rendir y bastante desesperado por los minutos que iban pasando lentamente, recién a las 12 fue mi turno de demostrar mis conocimientos de política y que supuestamente había aprendido sobre el agitado segundo semestre de 2014.

El aula vacía y mi profesor bastante cansado como yo, me mira y me dice:
- Profesor: ¿Qué hace por acá nene?
- Yo: Vengo a demostrarle porque estuve sentado todo el cuatrimestre escuchándolo y justificando que aprobé la materia (le digo bastante canchero porque es de esos profes piolas)
- Profesor: (Riéndose un poco) Bueno, siéntese esta última vez a ver si de verdad aprendió algo usted.

Siempre soy sincero en estas situaciones y les cuento que instancias orales nunca me pongo nervioso y me tengo más fe que en un examen escrito. Así de confiado comencé mi exposición sobre el contenido del programa. Para que el lector entienda y se vaya acercando a la razón de esta anécdota sin que dé más rodeos, mi tema a exponer trataba sobre el “Marketing Político” y “Los medios de Comunicación como Videopolitca”.

Abarcando un sinfín de palabreríos conceptuales teóricos y citas de autores varios, comencé mi performance cognoscitiva sobre los temas, que ha decir verdad había leído e interesado bastante. Para referirme precisamente a la idea de las teorías planteadas le digo al profesor:

“Para darle un ejemplo de este fenómeno de mediatización política, uno de los autores nombra el hecho del 17 de octubre de 1945. Por primera vez la televisión argentina registraba a todo un sector popular y obrero ignorado durante años, y al que el sector burgues y de clase media discrimino adjudicándoles el apodo de “cabecitas negras” y “animales”. La mitad del pais no sabía de la existencia de este movimiento popular que estaba surgiendo con Perón. Eran una masa invisible que con la TV se mostraron al país.”

Y para cerrar este ejemplo ilustrativo le tiro una intelectualización teórica que sabe gustarles a los profesores, sobre todo cuando son de esos autores reconocidos y que se cansan de nombrar todo el año durante clase (bien chupamedias lo mío).

“Es prácticamente como decía Beatriz Sarlo en sus teorías profe. ‘ La televisión tiene el poder de visibilizar movimientos sociales ignorados por años, pero también sufre de una memoria efímera, nadie dura mucha tiempo en la pantalla de la tv”.

Con eso dicho pensaba que mi discurso sobre la video política había sido magistral, principalmente con la cita de Sarlo. Pero de repente el profe levanta su mirada y como hilvanando lentamente las ideas escuchadas, pone cara de “acá te largo la pregunta que te duele”. La tensión aumento como si fuera la última pregunta con Sofovich en “Los 8 Escalones”.

-Profesor: De acuerdo a la lógica que usted está diciendo, sobre que la TV es un fenómeno efímero y fugaz. ¿Qué hay que hacer para evitar ello?

La pregunta no la esperaba y en mi búsqueda profunda en el mapa mental de chamuyos automáticos que me sacaran de la presión, no encontraba una respuesta clara y evidenetemente no funcionaba mi silencio dubitativo tampoco asique dije:

-Yo: Eeeem… habría que democratizar el espacio televisivo.
Profesor: No nene, ese palabrerío político que es más mentiroso que el 1 a 1 de Menem, no es la respuesta. Es simple como la lógica de tu tema.

Mas nublado que estos últimos días en Córdoba, mi cabeza no dejaba de maquinar buscando esas palabras “simples”. La respuesta era precisa pero por diversas razones no podía coordinar mis ideas con las que el profesor buscaba que expresara y finalmente dice:

-Profesor: Hay que ESTAR nene. El que ESTA en el medio entonces EXISTE, el que NO ESTA, NO EXISTE. Es simple. Si la cámara se desintereso entonces busca la forma de ESTAR y vas a resucitar, como muchos políticos innombrables, pero algunos muy cobardes desaparecen del medio y es como si hubieran muerto o se los haya olvidado hasta que la televisión decida refrescarlos en alguna otra oportunidad.
Así de simple era. “HAY QUE ESTAR, PARA EXISTIR”. Con esa respuesta resumía todos los conocimientos aprendidos sobre el cuatrimestre de Política y lograba hacerme reflexionar sobre los tiempos modernos que vivimos, en donde la cámara tal vez es nuestra forma más efectiva de aparecer o desaparecer de la realidad pública.
Con esto recién narrado hago entender mi pensamiento sobre “Gone Girl”. Como si David Fincher con su película me estuviera diciendo que con su argumento, podría haber dado mejor el ejemplo de video política en aquel oral. Si la peli la hubiese visto antes, seguro que me ayudaba.

“Perdida” (su nombre traducido para Hispanoamérica), es una de las películas del año, según mi óptica, que viene anunciando cierto olor a Oscar y a Globo de Oro, justificando que este tipo de films siempre gustan a los juzgados de Hollywood. Y que si yo formara parte de ese exclusivo y reducido grupo de críticos/jueces, la pondría en mi lista de 10 mejores del año.

Dejando las predicciones festivaleras del cine, que en si poco hacen al arte cinéfilo, “Perdida” bajo la dirección del oscuro David Fincher está basada en la obra literaria de la autora Gillian Flyn. No está de más decir que la autora de la novela es la guionista de la película, algo para valorar y mucho por su capacidad artística de transferir a un lenguaje cinematográfico, una historia que es bastante compleja y muy difícil de sacar de su formato literario, cuestión que normalmente piensan que es simple cuando se sabe decir “pero no es nada que ver al libro”: Jamás tiene que ser igual al libro, son lenguajes diferentes.



El proyecto cinematográfico de la producción de esta historia no pudo haber caído en mejores manos. El prestigioso director del “Club de la Pelea” y éxitos comerciales y artísticos como “Seven” y la “Red Social”, una vez más suma otra obra de arte a su filmografía, principalmente por su capacidad de explorar en las más oscuras y perversas conductas y psicologías del ser humano, llevándonos junto a sus personajes, a un paseo por el más bajo de los infiernos.
En esa tonalidad oscura y dramática se presenta la historia encarnada por un sorprendente Ben Affleck (Nick Dune) y la revelación actoral de Rosamund Pike (Amy Elliot). Nick y Amy, son un matrimonio aparentemente feliz, hasta que en la mañana de un día cualquiera, Amy desaparece y comienza una búsqueda desesperada, que involucra una intensa persecucion policial llevada a cabo por una sagaz detective, además de un frenesí mediático y cámaras que ponen a la TV como un lugar de critica publica y juicio social.

Es complicado hablar de esta película, sin temer a rozar el Spoiler pero voy a intentar evitarlo así aquellos que no la vieron, al finalizar esta lectura, descargan el torrent o la ponen on-line en su mejor sitio pirata. David Fincher se encuentra con una historia llena de aristas para analizar y por ello tal vez su film sea criticado por sus 145 minutos, que en mi opinión están excelentemente aprovechados. El director parte la trama ficcional en dos partes, volviendo sobre cada una constantemente, en un trabajo preciso de edición que permitirá al espectador ir hilvanando cada situación, como si acomodara las piezas de un rompecabezas enorme. El gran mérito de ello, es que la película va mutando con los minutos y sorprendiéndonos a cada instante, atrapados en una tensión incesante, ya que lo que pensamos que era un drama, se transforma en un policial, luego en un thriller psicológico que deviene en suspenso y cierra con una oscuridad dramática de aplausos.



Al principio el personaje de Nick Dune dice hablando de su mujer: “me gustaría abrir tu cabeza y ver que hay en tus pensamientos…”. Nick Dune no lo logra, pero Fincher sí. El cineasta decididamente explora sobre la perturbada mente de Amy y desde su desaparición misteriosa comienza a diseñar todo un circo de miserias humanas que perturban a Nick, convirtiendo el mismo infierno para él. No solo es Amy, sino que develara las situaciones criticas del matrimonio y una importante mirada sobre la violencia de genero. Veremos a lo largo del metraje fílmico, como se va transformando cada personaje, rozando las situaciones más siniestras y crueles, desenmascarando el lado más oscuro que rompe con esa luminosidad que solo percibiremos al principio.



Y nada mejor que la cámara de Fincher sobre las otras cámaras, para representar ello. Con esto quiero decir que las otras cámaras, las del show televisivo se convierten en el eje central y narradora del caso, hasta superando y distorsionando el trabajo policial. La pantalla chica va mostrando los diferentes rumbos del caso, a igual que vemos los sucesos reales, percibiendo la transformación mediática que pone al sensacionalismo periodístico de fondo para aumentar el drama.
Y de aquí la reflexión central del film: La TV parece ganarle a cualquier juzgado o tribunal federal, ya que la opinión pública se encarga de condenar socialmente a los actores que aparecen en escena, llegando a tal punto de que los abogados y sus clientes se sientan en una mesa a discutir sobre la imagen del acusado, su posición ante la cámara y que es lo que tiene que decir cuando se siente en aquel programa televisivo que ven millones de espectadores. Lejos del estrado o cualquier oficina judicial, los flashes van cambiando la historia según el rating y todo se convierte en un reality show. En el que para ESTAR inmerso, solo hace falta pararse delante de cámara.



“Perdida” es el reflejo social de una comunidad perdida en el circo mediático y que más allá de la sociología que podamos analizar, deja en nuestras retinas una película feroz y desafiante que a más de uno lo impactara (como a mi).“La ultima de Fincher es para verla varias veces “, me decía un conocido cinéfilo hace unos días. Es cierto, porque los enigmas y misterios que desencadena con la construcción de sus relatos, son dignos para no solo disfrutar viéndolos cientos de veces, sino para debatirlo por horas con café de por medio.





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