Se me ocurrió realizar una introducción con una anécdota
breve antes de mi opinión sobre la última película de David Fincher. Sé que
esto de las introducciones puede resultar un poco denso, pero tiene relación
con el análisis del film subsiguiente y particular coincidencia, que desde mi
punto de vista me pareció buena idea compartir, para que se entienda mejor mi
pensamiento con respecto al argumento de la película.
Como algunos saben, soy estudiante de Comunicación Social y
en estos periodos epílogos del año, comienzan a correr las dramáticas mesas de
exámenes. En este particular Noviembre me tocaba rendir un coloquio de la
Catedra “Política y Comunicación”. Un montón de acontecimientos graciosos
sucedieron durante mi espera a la última instancia evaluativa del año, que me
permitía liberarme por este año de la facultad y disfrutar de mis merecidas
vacaciones, pero eso no viene al caso. Si mal no recuerdo, ese día de Noviembre
era muy caluroso y estaba desde las 8 de la mañana esperando rendir y bastante
desesperado por los minutos que iban pasando lentamente, recién a las 12 fue mi
turno de demostrar mis conocimientos de política y que supuestamente había
aprendido sobre el agitado segundo semestre de 2014.
El aula vacía y mi profesor bastante cansado como yo, me mira
y me dice:
- Profesor: ¿Qué hace por acá nene?
- Yo: Vengo a demostrarle porque estuve sentado todo el
cuatrimestre escuchándolo y justificando que aprobé la materia (le digo
bastante canchero porque es de esos profes piolas)
- Profesor: (Riéndose un poco) Bueno, siéntese esta última
vez a ver si de verdad aprendió algo usted.
Siempre soy sincero en estas situaciones y les cuento que
instancias orales nunca me pongo nervioso y me tengo más fe que en un examen
escrito. Así de confiado comencé mi exposición sobre el contenido del programa.
Para que el lector entienda y se vaya acercando a la razón de esta anécdota sin
que dé más rodeos, mi tema a exponer trataba sobre el “Marketing Político” y
“Los medios de Comunicación como Videopolitca”.
Abarcando un sinfín de palabreríos conceptuales teóricos y
citas de autores varios, comencé mi performance cognoscitiva sobre los temas,
que ha decir verdad había leído e interesado bastante. Para referirme
precisamente a la idea de las teorías planteadas le digo al profesor:
“Para darle un ejemplo de este fenómeno de mediatización
política, uno de los autores nombra el hecho del 17 de octubre de 1945. Por
primera vez la televisión argentina registraba a todo un sector popular y
obrero ignorado durante años, y al que el sector burgues y de clase media
discrimino adjudicándoles el apodo de “cabecitas negras” y “animales”. La mitad
del pais no sabía de la existencia de este movimiento popular que estaba
surgiendo con Perón. Eran una masa invisible que con la TV se mostraron al país.”
Y para cerrar este ejemplo ilustrativo le tiro una
intelectualización teórica que sabe gustarles a los profesores, sobre todo
cuando son de esos autores reconocidos y que se cansan de nombrar todo el año
durante clase (bien chupamedias lo mío).
“Es prácticamente como decía Beatriz Sarlo en sus teorías
profe. ‘ La televisión tiene el poder de
visibilizar movimientos sociales ignorados por años, pero también sufre de una
memoria efímera, nadie dura mucha tiempo
en la pantalla de la tv”.
Con eso dicho pensaba que mi discurso sobre la video
política había sido magistral, principalmente con la cita de Sarlo. Pero de
repente el profe levanta su mirada y como hilvanando lentamente las ideas
escuchadas, pone cara de “acá te largo la pregunta que te duele”. La tensión
aumento como si fuera la última pregunta con Sofovich en “Los 8 Escalones”.
-Profesor: De acuerdo a la lógica que usted está diciendo,
sobre que la TV es un fenómeno efímero y fugaz. ¿Qué hay que hacer para evitar
ello?
La pregunta no la esperaba y en mi búsqueda profunda en el
mapa mental de chamuyos automáticos que me sacaran de la presión, no encontraba
una respuesta clara y evidenetemente no funcionaba mi silencio dubitativo
tampoco asique dije:
-Yo: Eeeem… habría que democratizar el espacio televisivo.
Profesor: No nene, ese palabrerío político que es más
mentiroso que el 1 a 1 de Menem, no es la respuesta. Es simple como la lógica
de tu tema.
Mas nublado que estos últimos días en Córdoba, mi cabeza no
dejaba de maquinar buscando esas palabras “simples”. La respuesta era precisa
pero por diversas razones no podía coordinar mis ideas con las que el profesor
buscaba que expresara y finalmente dice:
-Profesor: Hay que ESTAR nene. El que ESTA en el medio
entonces EXISTE, el que NO ESTA, NO EXISTE. Es simple. Si la cámara se
desintereso entonces busca la forma de ESTAR y vas a resucitar, como muchos
políticos innombrables, pero algunos muy cobardes desaparecen del medio y es
como si hubieran muerto o se los haya olvidado hasta que la televisión decida
refrescarlos en alguna otra oportunidad.
Así de simple era. “HAY QUE ESTAR, PARA EXISTIR”. Con esa
respuesta resumía todos los conocimientos aprendidos sobre el cuatrimestre de
Política y lograba hacerme reflexionar sobre los tiempos modernos que vivimos,
en donde la cámara tal vez es nuestra forma más efectiva de aparecer o desaparecer
de la realidad pública.
Con esto recién narrado hago entender mi pensamiento sobre
“Gone Girl”. Como si David Fincher con su película me estuviera diciendo que
con su argumento, podría haber dado mejor el ejemplo de video política en aquel
oral. Si la peli la hubiese visto antes, seguro que me ayudaba.
“Perdida” (su nombre traducido para Hispanoamérica), es una
de las películas del año, según mi óptica, que viene anunciando cierto olor a
Oscar y a Globo de Oro, justificando que este tipo de films siempre gustan a
los juzgados de Hollywood. Y que si yo formara parte de ese exclusivo y
reducido grupo de críticos/jueces, la pondría en mi lista de 10 mejores del año.
Dejando las predicciones festivaleras del cine, que en si
poco hacen al arte cinéfilo, “Perdida” bajo la dirección del oscuro David
Fincher está basada en la obra literaria de la autora Gillian Flyn. No está de más
decir que la autora de la novela es la guionista de la película, algo para
valorar y mucho por su capacidad artística de transferir a un lenguaje cinematográfico,
una historia que es bastante compleja y muy difícil de sacar de su formato
literario, cuestión que normalmente piensan que es simple cuando se sabe decir “pero
no es nada que ver al libro”: Jamás tiene que ser igual al libro, son lenguajes
diferentes.
El proyecto cinematográfico de la producción de esta
historia no pudo haber caído en mejores manos. El prestigioso director del “Club
de la Pelea” y éxitos comerciales y artísticos como “Seven” y la “Red Social”,
una vez más suma otra obra de arte a su filmografía, principalmente por su
capacidad de explorar en las más oscuras y perversas conductas y psicologías del
ser humano, llevándonos junto a sus personajes, a un paseo por el más bajo de
los infiernos.
En esa tonalidad oscura y dramática se presenta la historia
encarnada por un sorprendente Ben Affleck (Nick Dune) y la revelación actoral
de Rosamund Pike (Amy Elliot). Nick y Amy, son un matrimonio aparentemente
feliz, hasta que en la mañana de un día cualquiera, Amy desaparece y comienza
una búsqueda desesperada, que involucra una intensa persecucion policial
llevada a cabo por una sagaz detective, además de un frenesí mediático y cámaras
que ponen a la TV como un lugar de critica publica y juicio social.
Es complicado hablar de esta película, sin temer a rozar el
Spoiler pero voy a intentar evitarlo así aquellos que no la vieron, al
finalizar esta lectura, descargan el torrent o la ponen on-line en su mejor
sitio pirata. David Fincher se encuentra con una historia llena de aristas para
analizar y por ello tal vez su film sea criticado por sus 145 minutos, que en
mi opinión están excelentemente aprovechados. El director parte la trama
ficcional en dos partes, volviendo sobre cada una constantemente, en un trabajo
preciso de edición que permitirá al espectador ir hilvanando cada situación,
como si acomodara las piezas de un rompecabezas enorme. El gran mérito de ello,
es que la película va mutando con los minutos y sorprendiéndonos a cada
instante, atrapados en una tensión incesante, ya que lo que pensamos que era un
drama, se transforma en un policial, luego en un thriller psicológico que
deviene en suspenso y cierra con una oscuridad dramática de aplausos.
Al principio el personaje de Nick Dune dice hablando de su
mujer: “me gustaría abrir tu cabeza y ver que hay en tus pensamientos…”. Nick
Dune no lo logra, pero Fincher sí. El cineasta decididamente explora sobre la
perturbada mente de Amy y desde su desaparición misteriosa comienza a diseñar
todo un circo de miserias humanas que perturban a Nick, convirtiendo el mismo
infierno para él. No solo es Amy, sino que develara las situaciones criticas
del matrimonio y una importante mirada sobre la violencia de genero. Veremos a
lo largo del metraje fílmico, como se va transformando cada personaje, rozando
las situaciones más siniestras y crueles, desenmascarando el lado más oscuro
que rompe con esa luminosidad que solo percibiremos al principio.
Y nada mejor que la cámara de Fincher sobre las otras cámaras,
para representar ello. Con esto quiero decir que las otras cámaras, las del
show televisivo se convierten en el eje central y narradora del caso, hasta
superando y distorsionando el trabajo policial. La pantalla chica va mostrando
los diferentes rumbos del caso, a igual que vemos los sucesos reales,
percibiendo la transformación mediática que pone al sensacionalismo periodístico
de fondo para aumentar el drama.
Y de aquí la reflexión central del film: La TV parece
ganarle a cualquier juzgado o tribunal federal, ya que la opinión pública se
encarga de condenar socialmente a los actores que aparecen en escena, llegando
a tal punto de que los abogados y sus clientes se sientan en una mesa a
discutir sobre la imagen del acusado, su posición ante la cámara y que es lo
que tiene que decir cuando se siente en aquel programa televisivo que ven
millones de espectadores. Lejos del estrado o cualquier oficina judicial, los
flashes van cambiando la historia según el rating y todo se convierte en un
reality show. En el que para ESTAR inmerso, solo hace falta pararse delante de cámara.
“Perdida” es el reflejo social de una comunidad perdida en
el circo mediático y que más allá de la sociología que podamos analizar, deja
en nuestras retinas una película feroz y desafiante que a más de uno lo
impactara (como a mi).“La ultima de Fincher es para verla varias veces “, me decía
un conocido cinéfilo hace unos días. Es cierto, porque los enigmas y misterios
que desencadena con la construcción de sus relatos, son dignos para no solo
disfrutar viéndolos cientos de veces, sino para debatirlo por horas con café de
por medio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario